domingo, 20 de septiembre de 2015

“Uno de los días más terribles de mi vida”; Enrique Metinides relata su experiencia del terremoto

Juan Carlos Aguilar

Los escombros del emblemático Hotel Regis en una imagen de Metinides.

Eran las 7:19 de la mañana de aquel fatídico 19 de septiembre de 1985 cuando cientos de edificios se estremecieron de un lado a otro, hasta que, tras noventa segundos de pánico, cayeron las estructuras que produjeron la muerte de miles de personas. Las heridas aún no cicatrizan, de hecho siguen abiertas y sangran a la menor provocación.

Y no es para menos. Las historias de terror que se vivieron en la zona del desastre calaron hondo en la mente de todos los implicados, como en la del fotógrafo Enrique Metinides (1934), quien por más de medio siglo capturó los acontecimientos más sangrientos del país para el periódico La Prensa.

En entrevista, Metinides rememora su experiencia de aquel jueves negro.

“En ese entonces yo vivía en Mariano Escobedo ¡y me despertó el sismo! De inmediato me imaginé que algo grave había pasado, así que me vestí, saqué el coche del garaje y me fui por todo Mariano Escobedo hasta tomar la avenida Ejército Nacional, donde veía que subían y bajaban ambulancias”, recuerda Metinides, quien publicó su primera fotografía en La Prensa cuando tenía 11 años de edad.

Ahí, aprovechó su amistad con personal de la Cruz Roja Mexicana para subirse a una ambulancia que estaba cargando gasolina. En ese momento comenzó su dramático itinerario por las áreas más afectadas de la ciudad.

Ya en el vehículo, junto con los paramédicos, relata Metinides que empezó a oír por radio que había muchas víctimas y edificios que se habían caído; “era un cruzadero de ambulancias, como si estuviéramos en Irak. Venía una y a las dos cuadras veía otra y luego otra. Ahí entendí que la situación era realmente grave, más de lo que me había imaginado”, dice Metinides.

“Nosotros nos dirigimos al Monumento a la Revolución, donde se habían caído dos hoteles. Íbamos en camino, cuando, para nuestra sorpresa, vimos dos edificios que estaban totalmente inclinados y el piso lleno de cadáveres; dos de ellos se quedaron colgados. Esas fueron las primeras fotografías que tomé”. 

Después nos dimos vuelta en la calle Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera, donde se había caído un hotel de ocho pisos; después supe que ahí murieron 95 huéspedes y quedaron heridos como 15. Se colapsó tanto que el edificio quedó de dos pisos, así que los que se salvaron fueron los de hasta arriba”.

En ese ambiente de tragedia era fácil toparse con la muerte. Como le sucedió cuando, luego de rodear el Monumento a la Revolución, llegó al lugar donde habían caído los dos hoteles reportados: “Ahí se acababa de aventar una muchacha estadounidense; se suicidó del quinto piso. Tenía cinco minutos de haberse aventado cuando le tomé las fotos. También había mucho prensado.

“Luego de ver todo lo que había sucedido durante varios  minutos, llegó en su coche Jacobo Zabludovsky y me entrevistó. Cuando le dije: ‘aquí a la vuelta hay muchísimos muertos’, no me creyó. Me encontró en la calle La Fragua y le platiqué eso, pero yo le vi en la cara que no me creyó”.

Metinides lo creía porque lo había visto. Como cuando subió, junto con rescatistas, a un edificio ubicado en la avenida Insurgentes a la altura de la calle Durango. Ahí vio a un muerto con una pistola en la mano. “Se suicidó. No pudo salir y se mató”.

"Había lugares donde sobraba la fotografía y ayudaba a los heridos".
Los recorridos de Metinides después del terremoto se extendieron durante varios días. Y en todos ellos, las tragedias salían a flote. Como aquel caso en el que rescataron a un muchacho que abrazaba a su hermano muerto desde hacía dos días. Lo salvaron gracias a que pudo hacer una sola llamada por teléfono; después ya no tuvo línea. “Duró dos días con el cadáver porque tardaron en rescatarlo”.

Con una memoria puntual, El niño, como era conocido Metinides, describe el escenario apocalíptico que observó después, mientras caminaba sobre avenida Juárez: “Un edificio del ISSSTE estaba derrumbado; veía las columnas de humo al fondo, allá por la Alameda Central, que después caí en cuenta que era la tienda Salinas y Rocha y el Hotel Regis; estaban ardiendo.

“Era increíble cómo estaba derrumbado el Hotel Regis, el más famoso de México. Fue una de las cosas más aparatosas que vi en mi vida a lo largo de 50 años de trabajo ininterrumpido. Nada más se veían los letreros dorados y yo me preguntaba: ‘¿cuánta gente no habrá abajo?’”.

La imagen de aquellos escombros del Regis es una de las cinco que aún conserva Metinides, debido a que las miles que tomó en aquellos días le fueron confiscadas por el gobierno de Miguel de la Madrid.

MILAGRO EN MEDIO DE LA TRAGEDIA

Otra historia que cuenta Metinides es la de una mujer que, de manera increíble, resultó ilesa. Un milagro en medio de la tragedia.

“Estaba en la Cruz Roja y me preparaba para salir rumbo a los multifamiliares Juárez que quedaron demolidos. Sin embargo, cuando apenas íbamos, nos paró la gente porque se había caído una casa. Nos metimos corriendo y los socorristas sacaron a una muchachita como de 15 años, toda llena de polvo, prácticamente sepultada, pero sin ninguna herida. No nos la llevamos porque no le pasó nada. Me acuerdo que la gente nos despidió con un aplauso”.

Y es que Metinides -quien a lo largo de toda su carrera cubrió incendios, asesinatos, suicidios, choques e inundaciones- tiene sus intereses muy claros: tomar fotografías y después ayudar a los lesionados.

“Cargaba a los heridos, los ayudaba a subir a la ambulancia. Había lugares en donde sobraba la fotografía, que es en donde yo más ayudaba. Inclusive a muchos niños que se estaban muriendo yo les daba respiración de boca a boca”.

En el multifamiliar Juárez las ruinas se repetían hasta el infinito. “Ahí los edificios se cayeron como dominó; se quedaron todos en fila pero tirados”. Lo mismo sucedió con el Hotel del Prado y otras construcciones circundantes al Centro Histórico, como las que había en San Juan de Letrán: “Ahí era la guerra, haga de cuenta que habían bombardeado; había puros edificios tirados”.

RESCATE DESDE LA SOCIEDAD CIVIL  

En medio de los escombros y el pánico de los supervivientes, las labores de rescate no se hicieron esperar, principalmente de la sociedad, que no dudó en solidarizarse con las víctimas. Sobre esto, señaló Metinides que “faltaban bomberos, pero la misma gente, el pueblo, estaba ayudando.

“En todos los lugares donde yo llegué había gente, hasta señoras y niños, ayudando a sacar personas, era increíble. Además prestaban sus autos para llevar a los heridos a los hospitales. Sacándolos del derrumbe los metían al coche y salían disparados. Era una cantidad increíble de carros por toda la ciudad, no creas que sólo había ambulancias”.

Tras relatar su recorrido, Metinides afirma categórico: “Calculo que vi unos tres mil muertos, entre los que estaban recolectando en el forense y los que llevaban día con día al estadio de béisbol del Seguro Social; ahí llegaban camiones con hielo y se los ponían encima. Esas fotos ni las publicaban porque estaban muy dramáticas”.

Ese 19 de septiembre, ya en la noche, Metinides, exhausto, regresó a la Cruz Roja, donde tomó las últimas fotografías del día. “Estaba platicando a mis compañeros lo que viví y recuerdo que de repente me puse a llorar en el hombro de un comandante. Fue uno de los días más terribles de mi vida”. 

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