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En 2015 han sido asesinados siete periodistas. Foto: Cristina Rodríguez. |
viernes, 6 de noviembre de 2015
Ante clima de violencia, fotógrafos y reporteros crean la asociación Derecho a Informar
sábado, 26 de septiembre de 2015
“Lucha por Ayotzinapa”, de Enrique Rashide, muestra la rabia y la unión de un pueblo ante la tragedia
Texto: Juan Carlos Aguilar
Edición: Lizeth Arauz
Edición: Lizeth Arauz
El último ha
sido un año saturado de angustias y zozobras. De llanto y rabia. De una
profunda tristeza, sí, pero también de una inusitada energía que ha sostenido
la misma exigencia los últimos 365 días: ¡Vivos se los llevaron, vivos los
queremos! Ese ha sido el clamor que ha rasgado al país a lo largo y ancho del
territorio, tras la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, Guerrero, el
26 de septiembre de 2014.
Una
exigencia que ha retumbado en cada una de las marchas y protestas en la ciudad
de México y en cada uno de los estados del país que se han sumado a esta causa.
Y sin embargo, de nada han servido las movilizaciones y los reclamos para
encontrar el paradero de los estudiantes.
Fundamentadas
en mentiras, en verdades a medias y en una falta de protocolos elementales, las
investigaciones no han dado ningún resultado. Doce valiosos meses
desperdiciados, más que por la ineptitud, por un acto doloso que ha preferido
proteger a los funcionarios involucrados y dar la espalda a los padres de los
normalistas.
La “verdad
histórica” de que los estudiantes habían sido incinerados en el basurero de
Cocula, y con ello dar carpetazo al asunto -“Ya supérenlo, la vida sigue”,
pedía el presidente Enrique Peña Nieto- resultó ser una mentira histórica. Se
esfuerzan por decir qué no ocurrió, en lugar de explicar lo que sí sucedió.
Y a la par de
este choque de posturas que ha llegado a las confrontaciones físicas entre los
manifestantes y las fuerzas policiacas, se libra también una “guerra mediática”
entre quienes defienden a ultranza los dichos de la Procuraduría General de la
República y aquellos que rechazan de tajo las versiones del gobierno.
Mientras la
televisión desalienta la protesta y trata de rijosos y violentos a quienes se
atreven a exigir justicia, los periódicos se contradicen y desinforman.
Confunden. En sus páginas, todos opinan y dan su versión de lo que, aseguran,
sí pasó, según el columnista en turno.
Ante la
tergiversación de los hechos, clara y consciente, la fotografía periodística ha
jugado un papel vital al mostrarnos cómo se conformó esta lucha que sepultó
definitivamente el sexenio de Peña Nieto.
En algunos
años, cuando revisen este tema, las nuevas generaciones leerán reportajes y
crónicas para dimensionar la gravedad del tema. Pero el entendimiento cabal no
llegará hasta que observen las imágenes de las multitudinarias marchas y de las protestas contra las autoridades.
Hasta que observen
los rostros inconsolables de los padres de familia y aquella funesta imagen de
la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa –con 43 sillas vacías y un Cristo
crucificado coronando las súplicas- que se convirtió de un momento a otro en
una sala de espera de malas noticias. No hay que imaginar, sólo observar.
Si a la
fotografía, con su alto valor informativo y su capacidad para conformar una
memoria histórica de todo lo que ha sucedido- le sumamos casos particulares de fotoperiodistas
que han logrado hacer un registro puntual y equilibrado de los principales
acontecimientos que conforman esta tragedia, casi siempre de manera
independiente -los medios de comunicación gubernamentales no se han interesado
por las coberturas de largo aliento-, el resultado es invaluable y
esclarecedor.
De los cientos
de fotógrafos que cubren el caso Ayotzinapa, muchos son los que han hecho más
que el mero registro que se ajusta a la línea editorial de los medios para los
que trabajan. Son varios los fotoperiodistas que han construido una narrativa
personal y poderosa en términos estéticos.
“QUIERO DAR LA VOZ A LAS VÍCTIMAS
DE LA CORRUPCIÓN”
Uno de ellos
es el trabajo del fotógrafo Enrique Rashide Serrato Frías (Ciudad de México, 1984), quien
ha realizado una intensa cobertura de los acontecimientos, primero para la
agencia Cuartoscuro –de la que es
corresponsal en Sinaloa desde hace tres años- y luego de manera independiente,
en su propósito, asegura, de “dar la voz a las miles de personas que todos los
días luchan para se haga justicia”.
Las imágenes
de su ensayo “Lucha por Ayotzinapa” -de las cuales siete se muestran en esta publicación- son elocuentes. En cada una de ellas se ve
la fuerza de su mirada y la pertinencia de su tiro. Va más allá de los hechos,
para registrar las emociones, la rabia y la pesadumbre. En Iguala, Acapulco, Chilpancingo
o Ayotzinapa, el resultado es el mismo.
Sin embargo,
para Rashide Ayotzinapa es el detonante de otras muchas injusticias a las que
desea dar eco. “Busco darle voz a todas aquellas personas que de una u otra
manera han sido víctimas de la corrupción que se vive en el país, desde el
nivel más bajo hasta niveles que sobrepasan todo límite, y con ello ayudar a
las nuevas generaciones a comprender lo que ocurre”.
“Echar un
vistazo al pasado es revivir una y otra vez la misma película, el mismo final.
Por eso es vital dejar un registro, mostrar la problemática que se vive en el
país. Como fotoperiodista ese es mi principal objetivo”.
Agrega: “Hay
muchos ejemplos que demuestran el valor de la fotografía como documento
histórico: ahí está el 2 de octubre del 68, el terremoto del 85, Acteal. Lo
vemos también en el trabajo que el compañero Marco Ugarte realizó durante 26
años sobre la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile”, dice Rashide,
quien en 2013 fue galardonado con el Premio Nacional de Fotoperiodismo por su
reportaje “Escuela de Cartón”.
Considera
Rashide que actualmente, debido a la facilidad con la que se toman y comparten
fotografías a través de internet, existe una saturación visual. “Por eso
siempre he tratado de realizar ensayos de largo aliento donde muestre mi punto
de vista. En esta primera parte de “Lucha por Ayotzinapa” mi interés fue
reflejar cómo lucha un pueblo y cómo se une en la tragedia. Nos hace
reflexionar acerca de lo que sucede, lo que puede dar la pauta para que en un futuro
cercano se dé el cambio profundo que todos esperamos”.
A un año de la desdicha de Ayotzinapa, el dolor
se ha transfigurado en un coraje inusitado. Esta historia apenas comienza y muchos
fotoperiodistas estarán ahí para registrarlo y convertirlo en historia. Así
sea.
domingo, 20 de septiembre de 2015
“Uno de los días más terribles de mi vida”; Enrique Metinides relata su experiencia del terremoto
Juan Carlos Aguilar
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Los escombros del emblemático Hotel Regis en una imagen de Metinides. |
Eran las 7:19
de la mañana de aquel fatídico 19 de septiembre de 1985 cuando cientos de
edificios se estremecieron de un lado a otro, hasta que, tras noventa segundos
de pánico, cayeron las estructuras que produjeron la muerte de miles de personas. Las heridas aún no cicatrizan, de hecho siguen abiertas y sangran a la
menor provocación.
Y no es para
menos. Las historias de terror que se vivieron en la zona del desastre calaron
hondo en la mente de todos los implicados, como en la del fotógrafo Enrique
Metinides (1934), quien por más de medio siglo capturó los
acontecimientos más sangrientos del país para el periódico La Prensa.
En
entrevista, Metinides rememora su experiencia de aquel jueves negro.
“En ese entonces yo vivía en
Mariano Escobedo ¡y me despertó el sismo! De inmediato me imaginé que algo grave había pasado, así que me vestí, saqué el coche del garaje y me fui por todo Mariano Escobedo hasta tomar la avenida Ejército Nacional, donde veía que subían y bajaban ambulancias”,
recuerda Metinides, quien publicó su primera fotografía en La Prensa cuando tenía 11 años de edad.
Ahí,
aprovechó su amistad con personal de la Cruz Roja Mexicana para subirse a una ambulancia
que estaba cargando gasolina. En ese momento comenzó su dramático itinerario por
las áreas más afectadas de la ciudad.
Ya en el
vehículo, junto con los paramédicos, relata Metinides que empezó a oír por
radio que había muchas víctimas y edificios que se habían caído; “era un cruzadero de ambulancias, como si estuviéramos en Irak. Venía una y a las dos cuadras veía otra y luego otra. Ahí entendí
que la situación era realmente grave, más de lo que me había imaginado”,
dice Metinides.
“Nosotros
nos dirigimos al Monumento a la Revolución, donde se habían caído dos hoteles.
Íbamos en camino, cuando, para nuestra sorpresa, vimos dos edificios que
estaban totalmente inclinados y el piso lleno de cadáveres; dos de ellos se
quedaron colgados. Esas fueron las primeras fotografías que tomé”.
Después nos
dimos vuelta en la calle Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera, donde se
había caído un hotel de ocho pisos; después supe
que ahí murieron 95 huéspedes y quedaron heridos como 15. Se colapsó tanto que el
edificio quedó de dos pisos, así que los que se salvaron fueron los de hasta
arriba”.
En ese
ambiente de tragedia era fácil toparse con la muerte. Como le sucedió cuando,
luego de rodear el Monumento a la Revolución, llegó al lugar donde habían caído
los dos hoteles reportados: “Ahí se acababa de aventar una muchacha estadounidense;
se suicidó del quinto piso. Tenía cinco minutos de haberse aventado cuando le
tomé las fotos. También había mucho prensado.
“Luego de
ver todo lo que había sucedido durante varios
minutos, llegó en su coche Jacobo Zabludovsky y me entrevistó. Cuando le
dije: ‘aquí a la vuelta hay muchísimos muertos’, no me creyó. Me
encontró en la calle La Fragua y le platiqué eso, pero yo le vi en la cara que
no me creyó”.
Metinides lo
creía porque lo había visto. Como cuando subió, junto con rescatistas, a un
edificio ubicado en la avenida Insurgentes a la altura de la calle Durango. Ahí vio a un muerto con una
pistola en la mano. “Se suicidó. No pudo salir y se mató”.
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"Había lugares donde sobraba la fotografía y ayudaba a los heridos". |
Los
recorridos de Metinides después del terremoto se extendieron durante varios
días. Y en todos ellos, las tragedias salían a flote. Como aquel caso en el que
rescataron a un muchacho que abrazaba a su hermano muerto desde hacía dos días.
Lo salvaron gracias a que pudo hacer una sola llamada por teléfono; después ya
no tuvo línea. “Duró dos días con el cadáver porque tardaron en rescatarlo”.
Con una
memoria puntual, El niño, como era
conocido Metinides, describe el escenario apocalíptico que observó después,
mientras caminaba sobre avenida Juárez: “Un edificio del ISSSTE estaba
derrumbado; veía las columnas de humo al fondo, allá por la Alameda Central,
que después caí en cuenta que era la tienda Salinas
y Rocha y el Hotel Regis; estaban ardiendo.
“Era
increíble cómo estaba derrumbado el Hotel Regis, el más famoso de México. Fue
una de las cosas más aparatosas que vi en mi vida a lo largo de 50 años de
trabajo ininterrumpido. Nada más se veían los letreros dorados y yo me
preguntaba: ‘¿cuánta gente no habrá abajo?’”.
La imagen de
aquellos escombros del Regis es una de las cinco que aún conserva Metinides, debido a que las miles que tomó en aquellos días le fueron confiscadas por el
gobierno de Miguel de la Madrid.
MILAGRO EN MEDIO DE LA TRAGEDIA
Otra
historia que cuenta Metinides es la de una mujer que, de manera increíble,
resultó ilesa. Un milagro en medio de la tragedia.
“Estaba en
la Cruz Roja y me preparaba para salir rumbo a los multifamiliares Juárez que
quedaron demolidos. Sin embargo, cuando apenas íbamos, nos paró la gente porque
se había caído una casa. Nos metimos corriendo y los socorristas sacaron a una
muchachita como de 15 años, toda llena de polvo, prácticamente sepultada, pero
sin ninguna herida. No nos la llevamos porque no le pasó nada. Me acuerdo que
la gente nos despidió con un aplauso”.
Y es que
Metinides -quien a lo largo de toda su carrera cubrió incendios, asesinatos,
suicidios, choques e inundaciones- tiene sus intereses muy claros: tomar
fotografías y después ayudar a los lesionados.
“Cargaba a
los heridos, los ayudaba a subir a la ambulancia. Había lugares en donde
sobraba la fotografía, que es en donde yo más ayudaba. Inclusive a muchos niños
que se estaban muriendo yo les daba respiración de boca a boca”.
En el
multifamiliar Juárez las ruinas se repetían hasta el infinito. “Ahí los
edificios se cayeron como dominó; se quedaron todos en fila pero tirados”. Lo
mismo sucedió con el Hotel del Prado y otras construcciones circundantes al
Centro Histórico, como las que había en San Juan de Letrán: “Ahí era la guerra,
haga de cuenta que habían bombardeado; había puros edificios tirados”.
RESCATE DESDE LA SOCIEDAD CIVIL
En medio de
los escombros y el pánico de los supervivientes, las labores de rescate no se
hicieron esperar, principalmente de la sociedad, que no dudó en solidarizarse con las víctimas. Sobre esto, señaló
Metinides que “faltaban bomberos, pero la misma gente, el pueblo, estaba
ayudando.
“En todos
los lugares donde yo llegué había gente, hasta señoras y niños, ayudando a
sacar personas, era increíble. Además prestaban sus autos para llevar a los
heridos a los hospitales. Sacándolos del derrumbe los metían al coche y salían
disparados. Era una cantidad increíble de carros por toda la ciudad, no creas
que sólo había ambulancias”.
Tras relatar
su recorrido, Metinides afirma categórico: “Calculo que vi unos tres mil muertos,
entre los que estaban recolectando en el forense y los que llevaban día con día
al estadio de béisbol del Seguro Social; ahí llegaban camiones con hielo y se
los ponían encima. Esas fotos ni las publicaban porque estaban muy dramáticas”.
Ese 19 de
septiembre, ya en la noche, Metinides, exhausto, regresó a la Cruz Roja, donde
tomó las últimas fotografías del día. “Estaba platicando a mis compañeros lo
que viví y recuerdo que de repente me puse a llorar en el hombro de un
comandante. Fue uno de los días más terribles de mi vida”.
sábado, 19 de septiembre de 2015
Las imágenes del terremoto, una memoria viva a 30 años de la tragedia
Juan Carlos Aguilar
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Imagen del edificio Nuevo León, en Tlatelolco, tomada por Marco A. Cruz. |
Con motivo
del 30 aniversario del terremoto que sacudió a la ciudad de México aquel aciago
19 de septiembre de 1985, actualmente se presentan diferentes exposiciones
fotográficas que dan cuenta de los momentos de crisis que vivió la sociedad
minutos después de la tragedia, de la solidaridad de la población ante la
inaudita parálisis del gobierno y de las oportunas intervenciones de los
cuerpos de rescate que trabajaron incansablemente los días siguientes.
Fueron
decenas de fotógrafos los que de manera estoica registraron puntualmente
diferentes aspectos de ese jueves negro: desde las afectaciones en los
edificios ubicados en las avenidas Juárez y San Juan de Letrán (después
renombrado Eje Central Lázaro Cárdenas), en algunas calles de las colonias Roma
y Doctores, y en Tlatelolco, hasta aquellas escenas del Parque del Seguro
Social que de un momento a otro se convirtió en una gigantesca morgue.
Están
también las imágenes que se concentran en el drama personal, en hombres
azorados ante una ciudad que cambió su fisonomía en un parpadeo. En mujeres que
lloran y que ruegan al cielo un poco de clemencia. Y en algunos niños que
llevan consigo, a rastras, las pocas pertenencias que logran mantener consigo.
Algunas de
esas imágenes se publicaron en su momento en medios impresos; sin embargo, gran
parte de ese material se mantuvo (y se mantiene) inédito. Conocemos, pues, sólo
una parte de todo lo que se registró hace tres décadas. Ahora, con el pretexto
de un aniversario más, se suman nombres e imágenes a esa memoria colectiva que
nos determinó como sociedad.
Sismos de 1985 en la memoria de México
Con imágenes
provenientes del Archivo General de la Nación, la muestra reúne 83 fotografías,
de las cuales más de 50 son inéditas de los Hermanos Mayo. En ellas, dice
Armando Cristeto Patiño, el curador de la muestra, se puede observar un registro
“fino y cuidadoso de la tragedia personal”, algo poco común en las imágenes que
se conocen hasta ahora, que se concentraron más en tomas panorámicas que en
cómo la gente vivía de manera individual la tragedia.
Los Hermanos Mayo llegaron a México en la época del franquismo y se les reconoce
por introducir a nuestro país las cámaras Leica y usarlas en las coberturas de
situaciones críticas, en un tiempo en el que los fotoperiodistas mexicanos aún
utilizaban cámaras de formato medio, que resultaban pesadas e incómodas, y en
consecuencia imprácticas, para registrar este tipo de eventualidades.
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Imagen de los Hermanos Mayo tomada en Eje Central esquina Vizcaínas. |
La exposición,
que se presenta en la galería abierta de las rejas de Chapultepec, exhibe
además imágenes de la Colección Fotográfica del Terremoto de 1985 y de los
archivos de la Cruz Roja Mexicana, la Organización Panamericana de la Salud y
el periódico El Universal.
Ciudad en vilo
También en
la galería abierta de las rejas de Chapultepec se presenta esta muestra que
reúne 58 imágenes de, entre otros, Carlos Contreras, Marco Antonio Cruz, María
Inés Roqué, José Luis Lepez, Guillermo
Aldama, Guillermo Soto, José Luis Mendoza, Enrique Bostelmann y Gloria Fraustro
en las que se observan los severos daños que causó el terremoto en decenas de
edificios y escuelas de la ciudad de México.
Curada por
el investigador Alfonso Morales, la exhibición también presenta tomas aéreas de
la empresa Aerofoto, que pertenecen a la Fundación ICA.
Los días del terremoto
Esta muestra
que se exhibe en el Museo del Estanquillo (Isabel la Católica 26, Centro
Histórico) reúne 80 piezas –entre fotografía, video, pintura, dibujo y mapas- que
dan cuenta de la producción artística y cultural que produjo el terremoto en
las últimas tres décadas.
Curada
por Ana Elena Mallet, la muestra busca hacer esta revisión de la mano de obra
de artistas como Rubén Ortiz Torres,
Germán Venegas, Bob Schalwijk, Manuel Álvarez Bravo, Fabrizio León, Carlos
Mérida, Vicente Rojo, Rafael Barajas El
Fisgón, Amor Muñoz, Paloma Torres, Mónica Mayer y Santiago Sierra. Todos ellos, de manera metafórica, hablan del “derrumbamiento”
de los principios de una modernidad o, como apuntara Carlos Monsiváis, de la
“sacudida” que vivió la estructura social de los habitantes de la ciudad.
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"Edificio iluminado" de Santiago Sierra. |
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jueves, 30 de julio de 2015
Guillermo Kahlo, el gran preciosista que documentó el México colonial
Juan Carlos Aguilar
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Imagen de la Catedral Metropolitana tomada por Guillermo Kahlo. |
Sobre la obra de Guillermo Kahlo (1871-1941) tres adjetivos recaen constantemente: “impecable, acuciosa y precisa”. De origen alemán -nació en la ciudad de Pforzheim-, sus imágenes se caracterizaron por su mirada exacta y su impecable resolución técnica, tal y como lo demuestran sus miles de fotografías de monumentos, edificios, interiores, habitaciones, fábricas y vistas de diferentes regiones de México, que conforman casi la totalidad de su trabajo.
Ahora, una pequeña pero sustancial parte de estas imágenes, capturadas a finales del siglo XIX y principios del XX, se puede observar en la exposición Mirada en fuga -inaugurada el pasado 16 de julio- que exhibe 21 fotografías de edificaciones del Centro Histórico de la ciudad de México.
Las imágenes son más que elocuentes. Ahí están, codo a codo, el telón de Tifany del Palacio de Bellas Artes, el bosque de Chapultepec, el Palacio Postal o la majestuosa Catedral Metropolitana, rodeada aún por tranvías.
Montada en el Museo Archivo de la Fotografía (MAF), la muestra, que se presentará hasta octubre próximo, fue curada por Mayra Mendoza Avilés, actual subdirectora de la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que se ubica en Pachuca, Hidalgo.
En dicho recinto se resguarda el acervo más grande de la obra de Kahlo, tres mil piezas, entre placas negativas e impresiones elaboradas por el autor, las cuales provienen de dos colecciones: la primera procede del Antiguo Museo Nacional, precedente directo del INAH, mientras que la segunda fue una donación que hizo la familia Álvarez Bravo y Urbajtel en 2004.
De ese total, 20 por ciento (alrededor de 600 fotografías) son tomas que efectuó en la ciudad de México. Justo de ese apartado se realizó una primera selección de 35 imágenes que luego quedó en 22, para finalmente exhibir 21, las cuales –y este es un valor agregado de la exhibición- son impresiones realizadas por contacto entre el negativo original y el papel fotográfico. Por esta razón, las piezas tienen la misma proporción de la placa negativa que utilizó Kahlo.
UN FOTÓGRAFO VANGUARDISTA
“La idea era muy clara: debíamos mostrar imágenes sobre el Centro Histórico, que es justo donde se realiza esta muestra; ese era el eje”, expresa en entrevista con ExpósitoPHOTO Mendoza, quien destacó el preciosismo en las imágenes de Kahlo para luego asegurar que su obra está más próxima a las vanguardias.
“Para esa época, finales del siglo XIX y principios del XX, todavía está el pictorialismo de moda (movimiento fotográfico que surgió en las últimas dos décadas del siglo XIX). Es decir, placas con cierta borrosidad, ensoñadoras y un poco bucólicas. Kahlo hace todo lo contrario: las suyas son imágenes con escala humana, muy balanceadas, donde todo es claridad. La idea es mostrar el inmueble en todo su esplendor. Muy limpias, muy pulcras, que nada tiene que ver con ese pictorialismo”.
Respecto a su gusto por la precisión, Mendoza relata que “incluso en los bordes de las mascarillas, Kahlo a veces incluía cuánto tiempo de revelado darle al piso, cuánto a las ventanas o dónde había que viñetear, porque él era su propio impresor. Sí es un autor muy alemán en cuanto a este asunto de limpieza, pero también juega con una abstracción que está encontrando”.
“KAHLO, UN FOTÓGRAFO DEL SIGLO XIX”
Carl Wilheim Kauffman -quien fue conocido en México como Guillermo Kahlo- nació en 1871 y emigró a México en 1890, con apenas 19 años. Rápidamente se integró a diversas actividades comerciales en nuestro país, para luego convertirse en el encargado de los libros de contabilidad de los establecimientos mercantiles propiedad de ciudadanos alemanes.
Pronto contrae matrimonio con María Cárdena con la que tuvo dos hijas: María Luisa y Margarita. Sin embargo, tras cuatro años de casado queda viudo. Con dos hijas bajo su cuidado en un país que no es el suyo, Kahlo decide trabajar en la joyería “La Perla”, ubicada en la calle Plateros, hoy Madero, continuando así con la tradición familiar: su padre también era joyero.
Cosas del destino, en la joyería conoce a Matilde Calderón González, con quien formará una nueva familia. Tienen cuatro niñas: Matilde, Adriana, Cristina y Frida. Y junto con esta nueva vida, llegó también una nueva perspectiva profesional que no se imaginó antes: la fotografía. El padre de Matilde era fotógrafo y fue la primera persona que lo asesoró en la materia.
Estudia a profundidad todos los secretos de la fotografía para convertirse en uno de los autores más destacados de principios del siglo XX y un decano en el registro de monumentos y edificios, algo inusual en aquella época, caracterizada más por el retrato.
Para el fotógrafo y editor Pablo Ortiz Monasterio, “no hay nadie en México, nadie, que haya tenido ese tipo de producción. Especializado en arquitectura, ¡hacía placas de 11x14 pulgadas, son enormes!”.
En poco tiempo, sus imágenes de la Catedral Metropolitana y de algunas calles representativas de la ciudad se vuelven icónicas, un emblema de exportación.
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Detalle del órgano de la Catedral Metropolitana. |
Pero eso ocurrió después. Monasterio relata que hubo un momento en el que México, a finales del siglo XIX, durante pleno porfirismo, le da la espalda a toda la arquitectura colonial.
“No interesa porque todos voltean a París; se afrancesa la cultura en el mundo entero y en México también. Toda la arquitectura colonial se abandona, se descuida. De repente los americanos a mitad del siglo XIX se apropian de la mitad del territorio nacional: Texas, Nueva México, Arizona y California, de tal suerte que se quedan con un poco de arquitectura colonial.
“En Estados Unidos se interesan mucho por este periodo, la comienzan a estudiar, incluso un grupo de personas que había viajado a México publica un libro sobre la arquitectura colonial que hay en el centro del país, de Zacatecas para abajo”.
Precisamente con esa publicación, explica Monasterio, Porfirio Díaz se da cuenta que hay un interés en lo colonial por parte de las elites académicas de Estados Unidos. “Por eso le pide a Kahlo que documente todos los monumentos coloniales durante una década. Con placas 11 x 14 pulgadas se pone a fotografiar edificios; era tan meticuloso que se esperaba a que pasaran las nubes hasta hubiera un cielo neutro, grisesito pálido, para poder registrar el edificio con una intención que nadie tuvo en ese momento.
Sobre su estilo, dice: “Kahlo se asumió como documentador, él no quería figurar, ser autor, componer o hacer cosas modernas, no. Quiso dar cuenta del monumento que es, con humildad y una gran capacidad técnica, ese es el trabajo de Kahlo, que luego terminó siendo su estilo. Su merito fue desaparecer y volverse un documentador. Ese trabajo es único, no creo que haya nadie en Latinoamérica que lo haya hecho. Y sabes, con el dinero que le pagaron por ese encargo construyó la ahora famosa Casa Azul.
“Kahlo es un fotógrafo del XIX. En México, los únicos fotógrafos notables del XIX fueron retratistas. Nadie se puso a retratar los monumentos coloniales, en eso Kahlo es pionero”.
El Museo Archivo de la Fotografía se ubica en República de Guatemala 34, Centro Histórico (atrás de la Catedral). Horarios: martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.
jueves, 2 de julio de 2015
Fotógrafos de SLP exigen transparentar Premio Estatal de Periodismo
Juan Carlos Aguilar
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Luis Ricardo Solache de "Pulso. Diario de San Luis". |
Para el
fotógrafo Luis Ricardo Solache el asunto está muy claro: si los organizadores del
Premio Estatal de Periodismo San Luis Potosí desean realmente recuperar la
credibilidad que el certamen perdió en la más reciente edición, la del 2015, es
necesario cambiar las reglas del juego.
Solache ni
siquiera se refiere a un cambio radical, sino a uno muy sencillo, pero
efectivo: que se conforme un aparato de transparencia que permita seguir en
tiempo real las deliberaciones que el jurado haga y así poder saber porqué una fotografía
fue ganadora o no en dicho certamen.
“En primera
instancia queremos que una cámara videograbe todo lo que sucede en el momento
de las comparecencias, cuando están calificando los trabajos, ya no digamos
estar ahí presentes o crear un comité alterno que esté observando todo. Yo creo
que con el recurso electrónico sería suficiente”.
CONTROVERSIA
Solache platica
con ExpósitoPHOTO luego del descontento que alrededor de 50
fotógrafos de San Luis Potosí mostraron con el jurado de dicho premio, el
pasado 15 de junio, por otorgar el primer lugar (de los tres que se otorgaron) a una fotografía que “no tiene
ningún valor periodístico” -de acuerdo con los inconformes-, sin que hubiera
ninguna argumentación de por medio.
La protesta
cruzó las fronteras de San Luis Potosí gracias al eco que hicieron las redes
sociales, particularmente Facebook y Twitter, a través de los hashtags
#periodistasSLP y el exitoso #posquierounpremio.
Dice
Solache, quien actualmente trabaja para Pulso.
Diario de San Luis: “La imagen
no tiene los criterios adecuados como para merecer el premio. No nos dimos
cuenta antes porque cuando se presentan las convocatorias, los participantes
entregamos nuestro trabajo dentro de un sobre cerrado; sin embargo, ahora que
la vimos, nos damos cuenta que no tiene nada”.
La fotografía
ganadora es de Sergio Arturo Vega Gómez y muestra en primer plano uno de esos
aparatos que se utilizan en las autopistas para medir la velocidad a la que
conducen los automovilistas para cerciorarse que no rebasan el límite permitido;
al fondo, se ven algunos autos pasar. Nada más.
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La imagen que motivó el debate en el gremio. |
“Si la foto
mostrara un accidente, gente ayudando, bomberos o algo, ya nos aportaría un
mensaje más claro, más información, pero no muestra realmente nada. Si la vemos
al lado de algunas fotografías que concursaron, pues realmente no tiene nada
que hacer”.
Y
reflexiona: “Si nosotros no tenemos una foto buena que mostrar, no le entramos
por decencia. El joven (Sergio Vega) no tuvo una ética profesional y eso habla
mucho de cómo va a ser su carrera. Para nosotros ya perdió el respeto como
periodista”, expresó Solache, quien afirmó que él y los fotógrafos inconformes,
además de articulistas, reporteros, camarógrafos que se han sumado a esta
causa, buscan sentar un precedente para que no se vuelva a repetir este
escenario.
Aunque quisimos compartir en este espacio la fotografía que ganó el segundo lugar, tomada por José Antonio Álvarez, esto no fue posible porque no se encuentra en la página oficial del Premio Estatal de Periodismo (http://premioestataldeperiodismoslp.blogspot.mx/), muestra de la desorganización de dicho certamen, y tampoco se consigna en las versiones digitales de medios locales.
El tercer lugar lo obtuvo Miguel Jaramillo con la imagen que aquí les compartimos:
-En tu
opinión, ¿qué es lo que el jurado vio, que todos los demás no? ¿Consideras que
respondieron a otros intereses?
Aunque quisimos compartir en este espacio la fotografía que ganó el segundo lugar, tomada por José Antonio Álvarez, esto no fue posible porque no se encuentra en la página oficial del Premio Estatal de Periodismo (http://premioestataldeperiodismoslp.blogspot.mx/), muestra de la desorganización de dicho certamen, y tampoco se consigna en las versiones digitales de medios locales.
El tercer lugar lo obtuvo Miguel Jaramillo con la imagen que aquí les compartimos:
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-La razón del
jurado, pienso, es que hace un año más o menos estaba en auge la polémica por
los aparatos que miden la velocidad de los automóviles. Eso causó mucha
discusión y desencanto. Quiero pensar que por el furor de la noticia es que la
imagen fue considerada, pero, como te digo, ¡ésta no muestra nada!
Casualmente
el ganador es hijo del presidente de la Comisión Estatal de Derechos
Humanos. Desde luego, nosotros no
podemos aventurarnos a que haya un juicio por corrupción sin tener ninguna
prueba ¿Cómo podríamos comprobar el hecho? Es difícil. Si fue un regalo o no,
no podemos saberlo. Lo que sí sabemos perfectamente es que no tiene méritos
para ganar el premio. Y aclaro: nuestro problema no es contra el joven, sino
contra la manera en cómo se realizó el proceso y cómo se pueden usar estos
espacios para favorecer a ciertas personas.
Además de la
falta de transparencia en el certamen, Solache lamenta la falta de conocimientos
periodísticos por parte del jurado. “No sabemos quiénes conforman el jurado, es
algo que no hemos exigido. Cada año los van cambiando, supuestamente para que
haya frescura. Por otro lado, el jurado lo conforman catedráticos y académicos
de varias universidades, lo cual en un sentido ayuda mucho, pero en otro es
perjudicial porque no tienen criterios periodísticos para calificar las
imágenes”.
Justo, a
decir de Solache, esa sería otra de las exigencias: que el jurado lo integren
personas del gremio periodístico, colegas que conozcan de las dificultades del
trabajo que diariamente realizan los fotoperiodistas en las calles.
Muestra de lo que dice es la siguiente imagen de Fabiola Rodríguez, que no fue considerada por el jurado:
A casi un mes, algunos fotógrafos han desistido en esta causa, pero a cambio otros colegas de medios como La Jornada de San Luis, El Heraldo, Tv Azteca, Televisa y Cablecom se han sumado para exigir que las cosas cambien. “Esto no se centra sólo en los fotógrafos. Como nos pasó a nosotros, les puede pasar también a ellos. No queremos que esto se diluya".
Muestra de lo que dice es la siguiente imagen de Fabiola Rodríguez, que no fue considerada por el jurado:
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A casi un mes, algunos fotógrafos han desistido en esta causa, pero a cambio otros colegas de medios como La Jornada de San Luis, El Heraldo, Tv Azteca, Televisa y Cablecom se han sumado para exigir que las cosas cambien. “Esto no se centra sólo en los fotógrafos. Como nos pasó a nosotros, les puede pasar también a ellos. No queremos que esto se diluya".
Mientras batallan
por lograr estos cambios, planean realizar una exposición con los trabajos que
participaron en el certamen y dar un premio simbólico. “Queremos sentirnos
orgullosos de nuestro trabajo”, finaliza Solache.
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En medio de
esta polémica es pertinente hacerse una pregunta: ¿Qué hace buena a una
fotografía periodística? Al menos, hay tres elementos imprescindibles: contenido, ética y estética.
En primer
lugar, la imagen periodística debe aportar información al lector, otorgarle
algún elemento o un dato extra.
En segundo
lugar, deberá informar pero sin faltar a los códigos éticos que rigen el buen
periodismo. Hay límites. En fotoperiodismo, no se deben agregar o quitar
elementos en una imagen o montar un escenario y ofrecerlo como un registro de
la realidad. Desde luego, se pueden retocar las imágenes, dar intencionalidad a
ciertos elementos, pero no agregar o quitar a un personaje que no estaba en la
toma original.
Además, se
debe respetar el derecho a la dignidad de los fotografiados, así como a la
buena imagen, a la vida privada y a la presunción de inocencia, entre otros
derechos de los que aparecen en una imagen periodística.
En tercer lugar, la imagen deberá contar con la estética adecuada que contenga ángulo, composición y manejo de la luz que permitan mostrar un mensaje claro.
En tercer lugar, la imagen deberá contar con la estética adecuada que contenga ángulo, composición y manejo de la luz que permitan mostrar un mensaje claro.
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